El punto

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Texto por Valeria Pineda Ocampo

Con esto se concluye todo, un final que deja un sin sabor. Un signo de puntuación que determina que algo ha terminado. Sin embargo, el punto también da continuidad, separa, presenta e incluso llega a dejarnos con una intriga por lo que vendrá.

Esta “señal de muy pequeño tamaño, casi sin dimensiones, que resulta perceptible por un contraste de color o de relieve sobre una superficie y que convencionalmente se representa como circular”, como lo define Oxford Languages, tuvo su invención como signo ortográfico 200 años antes de Cristo, por el quinto guardián de la Biblioteca de Alejandría, Aristófanes de Bizanco, viendo la necesidad de respirar entre textos. Sin embargo, este signo evolucionó en sus aplicaciones y ahora juega un papel fundamental en el lenguaje.

La Real Academia Española nos presenta 43 definiciones del punto, pero en su mayoría convergen en la idea de que es la parte más pequeña y es allí donde comienza y termina todo. Cada cosa que se hace es un punto en nuestras vidas. Nosotros somos un punto en nuestra sociedad. Colombia es un punto en el mundo. Y el mundo es un punto en el universo. Hasta hoy el universo observable tiene unos 93 000 millones de años luz de diámetro, mientras que el planeta tierra mide 6,371 km.

Si hablamos de cifras, cada vez nos sentiremos más pequeños. Cada revolución tecnológica nos hace ver que somos una minúscula parte, casi inexistente, con un inicio y fin determinado. Somos viajeros en este mundo, estamos de paso, como si fuésemos la visita de las 4:00 p.m. que llega a la casa a tocar, aporta momentos de risa, nuevas pláticas e incluso un trance por varias emociones, pero al final no nos quedamos para siempre en casa ajena.

A pesar de ser conscientes de esto, pareciera que un chip destructivo estuviera implantado en las mentes. Los conflictos y guerras han sido esa marca imborrable que predomina sobre lo que ha hecho el ser humano. Desde el inicio de los imperios hasta hoy, con la guerra de Israel – Palestina, Rusia – Ucrania y demás conflictos internos entre países, ha habido innumerables luchas. Así como el mayor conflicto bélico que duró seis años y dejó entre 55 y 60 millones de muertos.

La guerra nos pesa, la lamentamos a diario. Cada historia que lleva consigo estruja el corazón de quienes la escuchan, pero no ha habido cambio alguno en millones años de historia. Sigue la destrucción medioambiental. Donde agotamos recursos naturales, se pierde biodiversidad, se destruyen tierras de cultivo, y se dejan seres vivos sin hogar obligados a abandonar sus tierras. La conclusión del conflicto es destrucción plena y aunque se diga que gracias a ella se han permitido los mayores avances tecnológicos, aquella mancha de sangre, dolor y temor es imborrable.

A su vez, jamás debemos olvidar que somos un punto. Estas guerras siempre van a estar dirigidas hacia el poder y el poder solo está en las manos de cinco países que conforman el Consejo de Seguridad (Estados Unidos, China, Rusia, Francia y el Reino Unido). Pero es como si los hilos de las marionetas los manejaran solo dos países, tratando de inclinar la balanza hacia el comunismo o capitalismo.

Tanto poder, avaricia, dinero, territorio, armamento, respeto. Una geopolítica que obedece al movimiento de los hilos que China y Estados Unidos manejan a su antojo, creyéndose los reyes del mundo, omnipotentes y omnipresentes. Pero así ha sido la existencia del ser humano. Todo imperio domina cada partícula del territorio hasta que llega su adversario antes pequeño e indefenso a darle en su talón de Aquiles y causar la caída inmediata para tener un nuevo rey en el trono.

La tensión mundial está en constante aumento y solo está la certeza de que una inminente guerra viene a enfrentar dos bandos. Estos defienden incansablemente sus argumentos nacionalistas que siempre encontraran a su oponente.

No obstante, al final se repetirá el mismo ciclo interminable que no lleva a ningún punto final. Y por ello, esta pequeña marca redonda es un poderoso símbolo que a diario nos recuerda nuestra pequeñez. En un universo inmenso, que sigue su curso, se renueva y se transforma.

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