¿Cuál es la ironía de la ciudad? Una ciudad es el hogar de muchos, donde se construyen sueños, nacen familias y se proyecta el futuro. Un espacio con un aire reconfortante, de esperanza e ilusión. Pero… la ciudad también puede ser el lugar de escape de otros, la pasión por conocer lo desconocido y descubrir lo nuevo, lo que no se ha visto. Algo completamente misterioso, que incita a aventurarse, a descubrir.
¡Manizales, que bella ciudad! Aquella que me vio nacer y que me vio crecer. Me enseñó las bases de la vida, a disfrutar de las cosas pequeñas, de todo lo que siempre está y lo que suele cambiar: el frío, el sol, el ruido, la congestión… El silencio de la noche tan tranquilo y el ruido del día tan activo. Ojalá siempre te acompañe, porque te hace mágica y hace que quien llega no te quiera abandonar, que los nuevos y acogidos la llamen “nuestro hogar”.
Todo cambia, pero su esencia se mantiene. Su gente nace y envejece y junto a esto nuevo edificios, parques y fábricas. Aquí todo se mueve, pero con ritmos diferentes. Todo cambia, se transforma y, al final fluye en el devenir urbano. En sus calles, se edifican historias de amor, amistad, desafíos, triunfos y superaciones. Son estas, sus historias, aquellas que complementan el encanto natural que su paisaje despierta. En cada esquina, se vislumbra la tradición y la historia del pasado que converge en un presente vibrante lleno de posibilidades. Observar su paisaje, su arquitectura, es observar su evolución. Cada espacio alberga riquezas visuales, vivencias únicas y quehaceres diarios que crean una atmósfera con un trasfondo lleno de elementos narrativos.
Manizales, invitas a la contemplación de lo que exhibes como escenario, de las historias que han surgido, como un estímulo a la memoria, pero como una ciudad que no se detiene en el tiempo, que suele verse como una ciudad distinta.
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