Texto e ilustraciones por Juan Manuel Molina Flórez
“Vos lo brindas por tu novia,
yo lo brindo por amor,
lo brindo por Manizales,
por Antioquia y su folclor”
Gustavo Aristizábal “El Sardino”
Una tanda de trova se escuchaba en la Plaza de Bolívar de Manizales en enero de 1976. Los
habitantes habían ido entusiasmados a lo que sería el primer festival de Trova en la ciudad y la
curiosidad por entender esta disciplina logró reunir a centenares de personas. Entre tantos
manizaleños envueltos en una noche fría en la que se imponía un escenario iluminado, se
encontraba un pequeño de 10 años acompañado por su padre y su hermano. El niño que sonreía
durante los 4 versos era Gustavo Aristizábal y nunca se imaginó que años más tarde, él se
convertiría en un rey de la trova.
Sardino de Manizales fue un trovador activo en la década del 80 e inicios del 90. Se destacó
por un estilo agresivo y de contraargumentación. Logró ganarles a los mejores improvisadores
de la época, lo que le permitió ganar festivales nacionales y locales. Actualmente, vive en
Manizales con su esposa y sus dos hijos. Es abogado y ocasionalmente se reúne con sus amigos
a trovar. Sin embargo, sus ´primeras rimas marcaron el compás de una carrera victoriosa.
Amor hacia los versos
Gustavo es oriundo de Pensilvania, pero muy joven se mudó con su familia a la capital
caldense. A pesar de que la disciplina nació en la Edad Media con el ingenio de los juglares y fue adaptándose a las tradiciones orales de cada región, Gustavo no había escuchado nada de esta destreza hasta que su papá lo invitó a un evento en Manizales que simulaba los ya populares festivales de trova paisa de Medellín.
Fue amor sincero y primerizo el que sintió por el arte de la improvisación. Comenzó haciéndolo como una broma junto con su hermano, aunque desde temprano sus familiares le reconocían que lo hacía bien. Meses después, por las casualidades que atesora la vida, su colegio, Seminario Mayor, abrió inscripciones para un concurso estudiantil de trova debido al gusto que tenía el Padre Carlos Ariel Llano por la práctica. Gustavo tardó más en inscribirse que en ganar el concurso. Fueron los primeros versos de su vida.
Siempre fue avispado, un muchacho despierto y hablador. Por lo que le fue sencillo hacerse amigo de los trovadores paisas que venían a Manizales. Lo invitaban a charlar y le regalaban libritos que enunciaban que la segunda estrofa rima con la cuarta, que los versos son octosílabos y que contestar al rival era el primer mandamiento.
Ya con el conocimiento, la chispa y el talento innato inició su carrera como trovador. Sobresalía, se divertía y no sentía miedo con ningún contrincante. Se presentó en la misma tarima que él veía desde el suelo cuando era un niño, pero ahora era al revés, él estaba arriba mirando a los demás alentándolo. Pasó 4 rondas y soltó los nervios.
Lo inesperado llegó cuando en su segundo concurso como trovador lo ganó. Fue en Cartago y
participaron los mejores del país. Fueron sus segundos versos, pero su canto quedó en la
memoria de todos los que lo pudieron escuchar.
Los festivales y contrataciones fueron llegando a caudales. Su apodo germinó solo, pues en la
media torta de Chipre alguien lo presentó como El Sardino y así se quedó por siempre. A sus
58 años lo siguen llamando por su exitoso mote.
La gran final
Trovó desde 1982 hasta 1990. Lo que él describe como unos años acelerados que dejaban recuerdos al pasar. Sin embargo, el Sardino pasó a los libros de historia en 1988 en el Festival de 5 y 6 en Medellín. Se disputaba en una modalidad distinta y propia de aquella época. Era más musical y podía ser libre o con tema impuesto.
Los reyes, los favoritos y las promesas se reunieron en las afueras de Medellín, en lo que era
el sitio de moda por aquellos días: Mario Tierra, una imponente fonda adornada a la usanza
antioqueña. Unos corredores gigantes pero acogedores eran transitados por fanáticos y
trovadores con algún trago en sus manos mientras esperaban el inicio del espectáculo. Era una competencia que se vivía como una fiesta.
Decoración típica colgaba de las chambranas del lugar y un vasto e intimidante escenario se robaba la atención de los asistentes al gran espectáculo. Era un sitio cerrado por lo que la escenografía se combinaba con los bambús. La ornamentación era casi tan temible como la lista de competidores: Pucheros, Gelatina, Minisicuí, Paso´ e reina, y otros campeones más.
El sardino volcó al público a su favor, eliminaba paisas en su propia tierra, trovó sobre los chepitos mientras vestía su característico sombrero, camisa y carriel. Le hizo honor a su trayectoria y avanzó rondas hasta llegar a la final.
Más de 300 personas recitaban al unísono: “¡Trove, Trove compañero!”. Gelatina y Sardino protagonizaban la estelar final, ambos hicieron ingeniosas tandas frente al pie del micrófono hasta que el jurado dio su veredicto…
El Sardino de Manizales se había convertido en el nuevo Rey de la Trova 5 y 6 en Medellín, derrotando a las grandes caras históricas de la disciplina. Escribió historia para Caldas y para su familia y demostró que con talento y esfuerzo la vida se recita más bonito.
Versos que nunca mueren
Desde aquel día han pasado 36 años, una vida entera en la que la trova nunca dejó de ser
protagonista. De vez en cuando, Gustavo rememora anécdotas de su época dorada como
trovador. Desempolva fotos que lo transportan a esas noches donde él se volvía uno solo con
el tiple y el micrófono.
Recuerda con orgullo sus días frenéticos de 15 festivales anuales. Se arrepiente un poco de no haber celebrado con mayor pasión sus títulos, pero para recapitular aquellos días triunfales se
encuentra con sus amigos a soltar unas buenas tandas para divertirse. Sigue aguerrido y sabe que sus dos títulos del Festival de Manizales, su victoria en el 5 y 6 y su Virreinato nacional son un palmarés que complementa lo verdaderamente importante: Haber dejado huella en el arte del que se enamoró aquel enero de 1976.
Por lo que cuando alguien le pregunta: ¿Qué le diría el sardino de 16 años al Gustavo actual de
58?, responde con un gesto de risa: “¡¿Guevón por qué dejó de trovar?! ¡Usted todavía puede!”.
Él no descarta volver algún día a competir pues la vida es una tanda larga a la cual le falta
muchos versos por cantar y muchos desafíos que enfrentar. Al final del día y en cualquier lugar,
Gustavo Aristizábal a sus 58 años sigue siendo El Sardino.

