Una mujer al mando

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Texto e ilustración por María Camila Arango

“Para ejercer autoridad no se tiene que perder la feminidad, precisamente esa es nuestra diferencia con los hombres y yo no pretendo ser igual”

Cuando la familia recibía las órdenes en casa, Jacqueline Pulido García (Bogota,1976) daba las suyas en la cárcel. Unas veces lidiando con los presos, pero la mayoría con el machismo de sus compañeros. Vivía en la capital junto a sus hermanos y sus padres. Una historia feliz, familiar, sin tristezas. En la que jugaba a mandar a sus hermanos, hasta que la vida, sin pensarlo, la obligó a hacerlo de verdad.

Su madre, quien era su mayor referente, murió dejándola muy joven y a cargó de su familia. Hoy después de vivir ese suceso, se convirtió en una mujer que le gusta impartir autoridad. No solo siendo mamá y administradora de empresas, sino como exfuncionaria del Instituto Nacional Penitenciario y Carcelario de Colombia (INPEC). Del que no solo fue uniformada, sino directora de uno de los centros de varones del
país.

Jacqueline, como el común de la población de clase media de Colombia, buscó para su vida la opción que más le convenía, ahí encontró el INPEC, institución en la que laboró por más de veintidós años, y en la que se destacó no solo por ser buena, sino por ser mujer, pues a pesar de la ausencia de cifras oficiales, expresa que en toda la institución menos del 10% de funcionarios son ellas y que por eso encontrarlas solo es común en los reclusorios de señoritas, que, primero, no fue su caso, y que según él Laboratorio de Justicia y Policía Criminal, es el 45% de los centros penitenciarios del país.

Su trayectoria comenzó en el año noventa y cinco en el grado de dragoneante y como uniformada en la ciudad de Bogotá, después fue trasladada al centro penitenciario de Neira, posteriormente al de Cúcuta y finalmente al de Manizales, al que llegó después de una amenaza y en el que no solo laboró como guardiana sino también como directora.

Eso le dio el reconocimiento de ser la única mujer del establecimiento y la que se jubiló ejerciendo autoridad sobre todos los hombres.

Jacqueline Pulido mide un metro con sesenta y cuatro centímetros. Es madre de dos jóvenes, uno de veinticuatro años y la menor de dieciocho, ambos universitarios como su madre, pero sin nada de gustó por la que fue su profesión. De pequeña se recuerda feliz, inquieta y mandona y a hoy sigue describiéndose así.

Su estilo monocromático le recuerda su uniforme pasado. Dice que tenerlo la volvió más fresca y menos preocupada por la ropa del día a día. Por eso acogió un estilo con el que siempre parece estar igual y como nunca le importó el qué dirán, así lo mantendrá. Sus amigos y familia dicen que, así como se viste, es: sincera, directa, sin mucho adorno ni palabrería. Es una mujer que “va al grano” y que más se demora en abrir la boca, que en ver la orden cumplida. Ella es la autoridad.

¿Cómo llegó el Inpec a su vida?

Yo entré a la institución a los dieciocho años, en ese tiempo no tenía una formación
universitaria, mi mamá había muerto, yo quedé sola con mi papá y mis hermanos, y
algo tenía que hacer, ahí llegó el Inpec, que fue la institución que me brindó la
oportunidad y los espacios no solo para trabajar sino para estudiar y desarrollarme
personalmente.

Dice que tuvo la oportunidad de estudiar, ¿por qué decidió trabajar en el Inpec y no ejercer su profesión como administradora?

Cuando uno hace parte de la clase media del país, escuchar sobre los trabajos del Estado era la mayor garantía para uno como ciudadano. Además, yo necesitaba encontrar algo para salir y sacar a mi familia adelante. Ya fue en la institución donde me brindaron ambas oportunidades y al haber estudiado me preparé para ejercer mejor mis cargos y darle certeza de mi experiencia a la institución.

Usted ha dicho que la institución también le ha traído momentos difíciles como la amenaza por la que tuvo que huir de Cúcuta. ¿Cómo fue ese suceso?

Un día cualquiera en mi casa nos hicieron una llamada al teléfono fijo, el cual nunca utilizábamos. Resulta que estábamos recibiendo amenazas porque no nos prestábamos para actos de corrupción, pues la zona es bastante compleja, el establecimiento está ubicado en plena frontera y tiene internos que pertenecen a todos
los grupos delincuenciales del país que buscan sobornar a los funcionarios para recibir recursos ilegalmente. Al ver que yo era una desconocida que se limitaba a hacer bien su trabajo les generó muchos problemas, así que llamaron a mi casa y nos amenazaron de que debía salir de allí o los resultados serían graves.

Y después de esa situación, ¿qué la animó a continuar en la institución?

Cuando regresé a Manizales, me ofrecieron la dirección de la cárcel de varones y no me pude negar a esa oportunidad.

¿Cómo logró ascender a ese cargo?

Normalmente esos son puestos de libre nombramiento y remoción que toma un civil o un político electo, pero al ser una institución jerarquizada, los funcionarios también tienen derecho al ascenso gradual. Eso sí, para llegar a ser director de establecimiento, debe ser un oficial que ostente una formación académica profesional.

Usted dice que las funcionarias del Inpec se encuentran más que todo en los reclusorios de mujeres, ¿por qué entonces fue escogida para dirigir a los varones?

Yo ya trabajaba en el establecimiento de varones y conmigo había dos compañeros más opcionados para el puesto, uno de ellos tenía más formación académica que yo, pero tenía muchas investigaciones judiciales, y el otro solo tenía la formación básica universitaria. Además, dentro del transcurso de su tiempo de desarrollo de la profesión no tenía la experiencia en el área administrativa, entonces cuando ya equipararon las tres hojas de vida, yo participaba en la parte operativa, también en la administrativa y mi formación académica ya tenía un posgrado. Eso fue lo que me ayudó.

¿Cuáles fueron los mayores obstáculos que enfrentó?

El principal fue que para los hombres era muy difícil asumir que una mujer impartiera órdenes o diera instrucciones, pues por cultura son machistas y tienen en su imaginario que ellos son los que mandan en todo, hasta donde trabajan.

La mayor dificultad que yo presenté fue con los señores del sindicato, porque ellos querían administrar y la debilidad que encontraron en mí era que yo conocía todo el sistema, todo el movimiento, entonces no me podían manipular como a una persona que llegara externa a la institución.

Siendo así, ¿cuáles fueron esas tácticas y estrategias de mando efectivas para hacer valer su autoridad como mujer?

Sin duda, no perder la feminidad. Pienso que uno no se puede equiparar con los hombres en brusquedad ni en rivalidades. Por el contrario, se tiene que seguir siendo muy femenina, puesta y estratégica frente a los argumentos que se les daba a ellos para que pudieran funcionar.

Mi lema siempre fue “autoridad con humanidad” y así lo hice hasta el 31 de diciembre que fue mi final allá.

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