Maiko Nohara, es profesora de japonés en la Universidad de Caldas, en Manizales. Nació y creció en Nagasaki, Japón, una ciudad rodeada por mar, ríos y montañas, conocida por su belleza natural y por la disciplina de su gente. Sin embargo, esa tierra también guarda una de las memorias más dolorosas de la humanidad: el impacto de la bomba atómica del 9 de agosto de 1945.
Desde niña, Maiko supo de esa tragedia gracias a los relatos de su abuela Hatsuyo Nohara, de sus maestros y de la comunidad. A las 11:02 de la mañana de aquel día, explotó sobre Nagasaki la segunda bomba atómica lanzada en la historia. En segundos, Nagasaki fue un infierno de 4 mil grados centígrados. La bomba destruyó 7,7 kilómetros cuadrados, dejó el 40% en ruinas y causó miles de muertos y mutilados. Esa herida colectiva marcó para siempre a la ciudad y a quienes crecieron en ella.
Hoy Maiko vive en la capital de Caldas junto a su esposo y sus dos hijos. Su llegada a Colombia se dio gracias a la Agencia de Cooperación Internacional del Japón (JICA), que promueve proyectos de desarrollo en diferentes países. Al principio vino como entrenadora de baloncesto, pero su vocación docente la llevó a abrir un espacio para enseñar japonés, una lengua que cada vez más estudiantes desean aprender. Actualmente, hace parte del programa de Lenguas Modernas de la Universidad de Caldas, donde ha compartido no solo su idioma, sino también aspectos de la cultura japonesa.
Un minuto de silencio por Nagasaki cada 9 de agosto
Para Maiko, la memoria de lo ocurrido en su ciudad natal sigue siendo fundamental. Cada 9 de agosto, a las 11:02 de la mañana, se detiene un minuto en silencio para elevar una oración por las víctimas. Ese gesto lo repite año tras año, al igual que miles de personas en Nagasaki. En su ciudad, aunque los estudiantes están en vacaciones, acuden a la escuela para recibir charlas sobre lo sucedido. A esa misma hora, las campanas y las sirenas suenan en distintos lugares, recordando la importancia de no olvidar y de trabajar por un mundo en paz.
Con su vida y su enseñanza, Maiko Nohara ha logrado tender un puente entre Nagasaki y Manizales, uniendo la memoria histórica con la educación, y transmitiendo a sus estudiantes el valor de la resiliencia y la paz.
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