Las lomas: testigos silenciosas

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Texto y fotos por Maria Fernanda Coy

En Manizales hay un espectáculo natural que todos los días se aprecia, pero que pasa inadvertido. Las lomas, esas que vemos al pasear, al reír, al caminar y en general al vivir. Las pisamos siempre que damos un paso al exterior de nuestros hogares, sin falta y aun así son tan ignoradas. Aunque sean el corazón de esta ciudad. Las laderas representan una belleza estática que a su vez también se transforma sin siquiera darse cuenta.

El ir a explorar cómo las laderas conectan, articulan ya enlazan toda Manizales es una aventura. Hay que tener un excelente estado físico para aguantar el sol radiante en las espaldas al ascender y descender por las calles más destacadas del centro. ¿Cuántas historias no han sido contadas en esos lugares? Historias que solo podrían descifrar si nos desconectamos 10 minutos del mundo y contemplaremos la belleza de las que considero son como las olas de la montaña. Olas congeladas en el tiempo expectantes de todo que, aunque su alrededor pueda cambiar, ellas seguirán siendo testigos del pasar de la vida urbana.

Las pendientes simbolizan los extremos de una balanza: mientras la cima toca el cielo y se alzan como una guía para quienes lo siguen, su parte más baja toca la tierra frondosa y húmeda que nos recuerda de dónde venimos.

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