Texto y fotos por Pedro Mejía
Colombia, por su exorbitante cantidad de paisaje natural que se resiste a ser poblado en su totalidad, es cuna o puede ser cuna de toda vida, “acá crece de todo”, dicen los abuelos: ranas de colores, frutas con curiosas protuberancias, micos que se llaman entre sí por el nombre, arrayanes al lado de sus amigos sollozantes y yarumos que los abrazan. Sin embargo, también nacen y crecen cosas malas con cara bonita, no solo gente, también matas.
Manizales, nuestra ciudad, famosa por muchas cosas y, entre esas su paisaje envidiable, enfrenta hoy una amenaza, una temible, una invasión. En los arbustos coloridos que hay fuera de los hospitales de la avenida Santander y la Paralela; en las grietas de la acera colindante al parque de las garzas de Palermo; en los andenes y calzadas del recién fundado barrio Chachafruto; en las mangas descuidadas de la comuna cinco, en donde solo pasan los perros, los gatos y las ratas; en las enredaderas que junto a las rejas esconden lo que pasa dentro de la escuelita del Caribe.
En nuestras propias narices y durante toda la década pasada, y lo que va de esta, hemos permitido que nuestro entorno se llene de unas maticas, florecitas, que se creen que, por bonitas, pueden venir a dañarnos todo el monte. Lo peor del asunto, es que las desconocemos y una de estas invasoras silenciosas podría estar justo afuera de su ventana.
Las plantas invasoras afectan los ecosistemas de Manizales por distintas razones.
En los silenciosos rincones del departamento, donde la biodiversidad parece inagotable, estas especies exóticas encuentran una tierra fértil para su expansión. No son solo intrusas, son arquitectas de un nuevo paisaje, uno que despoja a los bosques de su esencia autóctona. Con raíces profundas alteran el suelo y cambian la química que nutre a las plantas nativas. Al mismo tiempo, su rápido crecimiento bloquea la luz solar y sofoca a las especies que durante siglos han tejido la trama de vida en estas tierras. Así, lo que parece un florecimiento de espectáculo es, en realidad, un signo de desequilibrio, una lucha silenciosa donde las plantas invasoras, vestidas de gala con colores llamativos, ocultan la muerte lenta de las plantas que pisotean.
Según un estudio llamado “Siguiendo los Pasos del Ojo de Poeta” de la Facultad de Biología de la Universidad de Caldas, hasta la fecha se registraron 88 especies invasoras con 697 registros para el departamento, 38 en categoría de riesgo alta. Las familias representativas fueron Poaceae, Fabaceae, Asteraceae y Solanaceae , la mayoría originarias de América y África, estando representadas en un 72% en hierbas y 11% en arbustos.
¿Y esto cómo pasó?
Carolina Feuillet Hurtado, bióloga y botánica de la Universidad de Caldas, relata: “Las plantas invasoras en Manizales existen desde hace muchos años y los biólogos y botánicos de la Universidad de Caldas comenzaron a investigar a fondo estas especies desde 2019”. Añadió que se están explorando métodos para introducir genes en etapas tempranas del desarrollo de las plantas que hagan a las invasoras menos competitivas o capaces de propagarse.
La proliferación de especies invasoras no es simplemente un fenómeno fortuito, sino el resultado de un complejo juego de factores ambientales, biológicos y hasta sociales. En esencia, la invasión ocurre cuando dos elementos se conjugan: las características intrínsecas de la especie invasora y las condiciones del espacio que facilita su establecimiento. Por desgracia, Manizales tiene la temperatura y humedad idóneos para el éxito de estas matas.
Estas plantas poseen características como una alta capacidad de reproducción, resistencia a condiciones adversas y habilidades para atraer polinizadores. Durante un tiempo, producen una cantidad desmesurada de semillas que se dispersan fácilmente y se adhieren a animales y objetos, lo cual facilita su expansión.
La combinación de estas características permite que las plantas se adapten cada vez más rápido.
Feuillet Hurtado explica: “Las plantas invasoras se encuentran en cualquier espacio alterado, desde bosques talados hasta jardines urbanos. Estas especies pueden prosperar en muchos entornos, desde zonas costeras hasta páramos a gran altitud. Las características que les permiten invadir incluyen una alta tasa de reproducción, la capacidad de adaptarse a diferentes condiciones de luz y agua, y la facilidad con la que sus semillas se dispersan”.
Ahora, parte de la educación básica para el cuidado del medio, consta de conocerlo y el descuido de esos temas es lo que permite la inmensa invasión de especies como el ojo de poeta, retamo espinoso, canna indica, lantana blanca, diente de león, buchón de agua y lantana camara, pues no faltan las señoras que se llevan el “piecito” porque les gustó la flor o los niños que las tocan, arrancan y esparcen sus genes por donde pasan. Recordemos que estos son unos organismos que, de no ser controlados, pueden terminar por dañar las montañas verdes por las que cobramos fama, especialmente aquí, en Manizales.
En el peor de los casos
La falta de control sobre las plantas invasoras ya muestra efectos devastadores. La pérdida de biodiversidad es uno de los impactos más visibles, las especies de plantas nativas son desplazadas, lo que a su vez afecta a los animales que dependen de ellas y altera las relaciones ecológicas. Además, este fenómeno también afecta la capacidad del ecosistema para proporcionar servicios esenciales como la captura de carbono, la producción de oxígeno y la regulación del ciclo del agua. En el peor de los casos los bosques de Manizales pierden su diversidad y estas plantas serán las únicas que veamos.
Plantas como las bromelias (matas cuyas hojas se asemejan a las de la sábila) sufren los efectos del crecimiento del follaje que generan las invasoras en los bosques. Las bromelias son artífices principales de una cadena trófica microscópica que ayuda al desarrollo de diferentes bichos y etapas tempranas de los renacuajos, vital para el desarrollo de la fauna en partes del bosque alejadas de los ríos.
Las hojas encocadas de la mata crean pequeños depósitos de agua donde crece fitoplancton y detritos que alimentan a las crías de insectos alados como mariposas, libélulas, polillas y demás.
También allí se alimentan las crías de rana y arañas que predan a todos estos en las puntas de las hojas. Además, son almacenes de agua frecuentados por murciélagos y colibríes, principales responsables de su polinización. Hoy las plantas invasoras en la naturaleza, como el ojo de Poeta, están creando una capa encima de estas bromelias, quitándoles tanto luz solar, como capacidad de almacenar agua de lluvia, pierden entonces posibilidades de reproducirse y ser incubadoras de más especies.
Son plantas colonizadoras por excelencia, que tienen la capacidad de dominar nuestros bosques a largo plazo.
Ghennie Tatiana Rodríguez, especialista en genética de la Universidad de Caldas, expresó: “Las plantas invasoras en Manizales esconden un secreto evolutivo en su éxito: la alta variabilidad genética dentro de sus poblaciones. Esta diversidad, comparable a la de especies nativas, les permite adaptarse con facilidad a nuevos ambientes”. Como se reproduce varias veces bajo condiciones distintas, aumentan su capacidad de supervivencia, mientras que la poliploidía (incremento del genoma de la planta) les otorga una resistencia superior al estrés y una habilidad mejorada para clonarse. Así, estas plantas encuentran en su genética la clave para dominar nuevos territorios.
¿Qué acciones se llevan a cabo?
Aunque estas invasoras se propagan con rapidez en los paisajes de bosques húmedos, páramos y humedales cercanos a la capital caldense, las acciones que se realizan son casi nulas. Por eso los semilleros de biología la Universidad de Caldas los tratan con tanta atención y esperan conseguir apoyos para poder intervenir.
Además de la falta en educación, llega el problema de la falta de información del entorno. “Manizales se dibuja como un mapa incompleto, un territorio sin marcas precisas donde las plantas invasoras extienden sus dominios. No hay estudios avanzados a nivel local para descifrar cantidades o total de hectáreas cubiertas por estas especies en la ciudad”, comenta Lina Marcela Marín, geóloga.
Sin embargo, según el plan de gestión ambiental regional 2020-2031 (anexo de biodiversidad y servicios ecosistémicos) publicado por Corpocaldas, los ecosistemas de Manizales si cuentan con una variedad de biomas y coberturas vegetales, que brindan datos de vital importancia para la lucha contra la invasión. El hecho es que, según el plan, esta entidad no contempla tratar este problema, ni ahora, ni en un futuro cercano.
Al pasar por las rejas de metal tejido del Bosque Popular el Prado que lo dividen del barrio Chachafruto hace más de 70 años, el viento arrastra el eco de los perros y los pájaros.
Mientras pasan las familias en su plan dominguero que van a jugar y a contemplar un rato el panorama verde de Manizales; mientras hay comentarios sobre lo bella que es la ciudad y la vida misma en ella; mientras los niños se comen un helado acostado en los pastales; mientras los colibríes planean de flor en flor; se pierde de vista un problema que nos atañe a todos. Hay especies y líneas tróficas que se pierden poco a poco, hay vida que se nos está escurriendo entre los dedos y no sabemos con certeza qué tanto de lo verde que vemos hoy, veremos mañana.

