Texto por: Lucas Cárdenas López
19/06/ 1987: 7:00 a.m.: Llegó al país galo tras pasar cerca de 13 horas en un avión en un vuelo desde Caracas hasta París. Era verano, el momento perfecto para vacacionar y salir de la rutina, pero no para él. Su salida hacia Bruselas había comenzado en el aeropuerto de Pereira, donde llevaba una valija de doble fondo, muy acorde al perfil de viajero que quería mostrar; su única preocupación era pasar la aduana en Pereira, pues la maleta se enviaría directamente a Bélgica. Caminó por pasillos largos hasta la oficina donde le entregarían su nuevo pasabordo e indicarían la puerta de embarque, y aunque tardó un poco en su trayecto hacia la sala de espera, a las 8:10 a.m. llamaron a todos los pasajeros. Cruzaron las máquinas detectoras de metal como si del Arco del Triunfo se tratara; el éxito estaba muy cerca.
Al frente, tres personas: una mujer que recibía los pasabordos y dos hombres que revisaban los tiquetes. Pensó: “Debí deshacerme del tiquete en cuanto pude, aunque de todas formas lo iba a necesitar para la maleta en Bruselas, nada que hacer”. Así lo plasmó Francisco Javier Fernando López en el diario donde relató su estadía de cuatro años en la cárcel de La Santé, mencionando que fue uno de los peores momentos por los que pudo pasar, a pesar de haber sobrevivido a un choque de tren y, más adelante, a un aneurisma.
Francisco, también conocido como Pacho, nació en Bogotá el 5 de mayo de 1945. Nunca conoció a su papá y su mamá murió cuando él tenía 12 años. Ante la falta de un abrazo materno, la calle fue la que le abrió los brazos, por esto toda su adolescencia la transcurrió allí. Trabajaba haciendo favores y cada peso que entraba lo gastaba en alcohol o en bazuco. Unos años después empezó a conducir bus para sobrevivir. En este tiempo fue cuando conoció a la que sería su primera esposa: Esneda, con quien tuvo tres hijos. Tiempo después ella murió de peritonitis y debido al estado financiero y psicológico de él tras esa pérdida los tres hijos fueron puestos en cuidado de las hermanas de su difunta pareja, según comenta Luz Marina Pombo, la segunda esposa de Pacho.
Ya había pasado un año de la muerte de la exesposa de Francisco y por azares del destino en un hospital conoció a la que sería el amor de su vida. Ella se encontraba en tratamientos por un accidente laboral y él estaba acompañando a un amigo a una cita médica. Sin saberlo, en ese momento encontró a su media naranja.
No llevaban más de dos años de relación para que ocurriera el primer evento que sacudiría las fibras de Luz: Fernando quedaría al borde de la muerte tras un choque de tren.
Unos años antes de ser encarcelado, Francisco viajó con un amigo a Bélgica en busca de trabajo en restaurantes por tres meses. En un tren hacia Bruselas, las vías mojadas provocaron un descarrilamiento y chocaron con un muro. Francisco salió expulsado por la ventana y quedó gravemente herido, mientras su amigo murió junto con el resto de los pasajeros.
El sepulcro de los vivos
“Él estaba muy preocupado por lo que vivíamos y no le hizo caso a mi suplica y resultó yéndose. Mi corazón me avisaba que iba a pasar algo”, comentó Luz mientras revisaba una foto de un álbum en la que se ve a Francisco en ese tiempo: su cabeza lucía cabello solo en los costados, mientras la coronilla, completamente calva, destacaba con naturalidad. Su mostacho bien definido y su porte elegante resaltaban en la fotografía, donde una camisa y un pantalón de seda completaban su distintiva presencia. Tras el encierro de Francisco, Luz tuvo que volver a vivir con su mamá, ahora con dos hijas: Jenny de nueve y Karen de doce años.
“Me encuentro como en un cuchitril oloroso a telaraña alcanforada y polvorienta que hacía silbar mis pulmones al respirar. Lo único que me da fuerza para resistir, esperar y confiar es un ardiente deseo de resucitar… de regresar a los míos, a los que amo”, 31/08/1987-Página 13-Libro de Francisco
En Manizales, Luz consiguió trabajo como secretaría y su relación con Francisco se debilitó debido a la distancia y las dificultades que trajo consigo quedar al cargo de sus hijas. “Yo estaba ofendida porque no me hizo caso al decirle que no se fuera”, comentó Luz mientras centraba su mirada en la pared, sus ojos delataban nostalgia.
“La frialdad de tus sentimientos es algo que aún no acabo de comprender… ¿Por qué ahora te desilusionas? Sé muy bien que en estos momentos sufres más que yo… Como veo al final de tu carta, te despides como mi esposa, eso quiere decir mucho”. Fragmento de carta enviada desde París- 06/07/1988
Luz recuerda que antes de la estadía de Francisco en la cárcel era una persona muy brusca, durante las discusiones gritaba, maldecía y no tenía un buen manejo de sus emociones: “trataba de hacerse el fuerte y eso no me gustaba”, agrega, pero mientras pasaban los meses, la forma de escribir y expresiones que usaba Pacho eran muy distintas a cómo lo había conocido. En la prisión tuvo la oportunidad de conocer al capellán de La Santé que le regaló libros filosóficos y una biblia que conservan en la casa hasta el día de hoy.
“No existen métodos para tocar el cielo, pero, aunque te estires como una palma y logres rozarlo en tus delirios y sepas por fin cómo es al tacto… Siempre te faltará mi cariño sincero”. Fragmento de poema escrito por Pacho-12/20/1989.
Desiderata
En 1990, tras tres años de encarcelamiento, Francisco salió de la Prisión de La Santé. Tras su regreso a la Ciudad de las Puertas Abiertas, Pacho trabajó como conductor de bus en la ruta Manizales-Chinchiná y viceversa. Cada que tenía la oportunidad conducía un taxi, esos fueron sus trabajos por cerca de 14 años.
“Hubo una noche en la que él volvió de trabajar en el taxi y me dijo que tenía un dolor de cabeza muy fuerte, busqué un medicamento y se lo di… Al rato, estaba de espaldas a él y sentí un golpe en el suelo, Pacho se había desmayado”, relató Luz. La hija menor Jenny, estudiante de enfermería en ese momento, asistió a Francisco mientras llegaba la ambulancia. Pacho sufrió un aneurisma y justo después tuvo un infarto. Para el neurólogo que siguió su caso fue un milagro que sobreviviera.
“Cuando las cosas vayan mal, como a veces pasa; cuando tus recuerdos te guíen y tus dudas surjan al querer sonreír, tal vez suspires. Cuando tus preocupaciones te tengan agobiada descansa, si te urge, pero no te rindas”. 1/09/1987-Página 14-Libro de Francisco.
Francisco no pudo volver a hacer mayores esfuerzos físicos, pero pudo seguir su vida con normalidad, a diferencia del 25% de las personas que sufren una rotura de aneurisma cerebral que mueren en las primeras 24 horas. El 50% muere en los siguientes tres meses y cerca del 66% sufre daño cerebral permanente según un artículo de Cleveland Clinic
“Mi destino, que a veces parece irritante, es solo indiferente. Mi destino es quizás unir este infinito que tengo aquí delante con el otro infinito que he dejado atrás”. 10/09/1987-Página 20-Libro de Francisco.
La vida de Pacho había cambiado por completo de nuevo. Luz tuvo que encargarse de la parte económica del hogar y él fue un “todero”. Se encargó de todo lo necesario en la casa. Sin embargo, se sentía impotente ante la falta de trabajo. “Yo soy un muerto que sigue caminando sin permiso y si te hallara en un lugar desierto, tal vez igual que yo, me entenderías”. Fragmento de carta de Francisco-París-enero 1988.
Otro cielo
Desde el 2000 hasta el 2020, cada miércoles de 8:00 a 11:00 a.m., Francisco visitaba a los presos de la cárcel de Manizales para catequizarlos. Por medio de su experiencia de vida y la palabra de Dios quería cambiar vidas como lo hicieron con la de él en la cárcel de Francia. “Llegaba feliz de sus visitas con una sonrisa de oreja a oreja. A veces con dientes, otras sin ellos, debido a que usaba caja de dientes y constantemente hacía bromas con ella”, afirma Camilo, nieto de Francisco.
Sus errores y experiencias durante la juventud lo motivaron a catequizar a los reclusos. “Al ver que él pudo cambiar, pensó que podría ayudar a los demás a lograrlo también. Usó todas sus acciones en vida como testimonio para las lecciones de los presidiarios”, puntualiza Luz. Pacho quería evitar que los demás siguieran sus mismos pasos.
“Tú no tienes el poder para guiar por el camino recto a quienes quieres, pero Dios guía a los que ama”. 1991-Página 50-Libro de Francisco.
“Mi papá dejó un gran legado con su servicio a la pastoral penitenciaria, fue el mayor ejemplo para nosotros”, dice Karen, su hija mayor. Sonríe al recordar cómo exreclusos se acercaban a abrazarlo en la calle. “Dios lo preparó para ser ese evangelizador en la cárcel”, añade, al recordar todos los momentos cuando casi perdió la vida.
“El rostro del viejo se surcó con brechas para darles lo que él nunca tuvo para aconsejarlos para que no siguieran su mismo camino, para que fueran señores de mañana”. 1991-Página 65-Libro de Francisco.
En 2021, después de la pandemia se le prohibía el ingreso a la cárcel a los mayores de 70 años. A pesar de intentar por varios medios el regreso de Pacho a la prisión, por medidas sanitarias no fue posible. “Le dio muy duro porque pasó días con mucha melancolía, mucha tristeza, varias veces lo encontré llorando porque no podía ir a la cárcel a evangelizar, eso fue lo más difícil de la vida de él”, reveló Luz y agregó que tras esto la salud de Francisco empezó a deteriorarse.
Un año después, Pacho fue hospitalizado debido a una recaída en su salud. “Verlo inconsciente, con la boca abierta, pegado a un respirador fue mucho para mí, nunca había llorado tanto por alguien… Extrañé hasta su imprudencia”, recuerda Camilo. Francisco sufrió de un paro cardiorrespiratorio que lo dejó muy débil y tuvo que quedarse en la clínica por cerca de tres semanas.
El 25 de mayo del 2022 en el Hospital Universitario de Caldas murió Francisco Javier Fernando López, un día después de haber recobrado la conciencia y tener la posibilidad de despedirse de sus familiares. Mientras que todos se encontraban en su momento de catarsis por la muerte de Pacho encontraron algo de “confort” al recordar lo que él siempre decía: “Yo ya estoy listo para morir, ya cumplí lo que debía hacer”.
“La jornada finaliza, las sombras de la muerte se espesan al final del sendero pasional. El sol poniente, pródigo de su partida, con ambas manos reúne sus tesoros. En la confusión de colores veo el horizonte luminoso de la muerte, la grandeza de la vida.
Mi aliento cesará, con estas palabras de despedida: ¡Cuanto te he amado!” 05/07/1989-Poema de Francisco titulado: ¿Día de muerte?

