Entre trenzas, culturas y apropiación

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Texto y fotos por Eliana Banguera

Cada dos meses, Daniela Martínez García, una joven de piel clara y cabello lacio, se reserva un día para ir al barrio Centenario. Allí, en una casa esquinera de estilo moderno, con paredes blancas y una fachada de ladrillo expuesto, pasa seis horas sentada mientras experimenta tirones en su cabeza. La casa, aunque modesta, emana una calidez especial: el eco de risas, el aroma a productos capilares como lo es el gel vibrante y el sonido rítmico de conversaciones llenan el aire. En ese rincón del barrio, bajo los altos techos y en medio de sus muebles sencillos, pero acogedores, Daniela se sumerge en el ritual de la elaboración de trenzas africanas, un proceso que, aunque laborioso, le brinda una renovada sensación de estética.  

A las dos de la tarde la recibe con un fuerte abrazo Johana Murillo, trenzadora con más de siete años de experiencia en Manizales, una mujer afro de manos rápidas y sonrisa cálida. Daniela se acomoda en la silla frente al espejo observando su reflejo con una mezcla de expectación y nerviosismo. Su rostro enmarcado por mechones de cabello suelto anticipa la transformación que está por venir.  

Johana separa cuidadosamente los mechones del pelo de Daniela. Con cada movimiento, sus dedos parecen trazar mapas invisibles en el cuero cabelludo. Para Daniela, quien comenzó a llevar trenzas hace pocos meses, la decisión fue inicialmente estética, pero descubrió un nuevo nivel de conexión personal. “Desde que me hice las trenzas por primera vez, mi autoestima ha subido demasiado, me he sentido mucho más linda, siento que la relación conmigo misma ha mejorado en muchísimos aspectos”, comenta. Sin embargo, reconoce que la historia que yace en cada hebra trenzada es algo que ha comenzado a comprender más profundamente con el tiempo. 

La herencia en cada hebra

En la época de la esclavitud, las trenzas eran mucho más que algo estético; eran una herramienta de resistencia y comunicación. Las mujeres esclavizadas, especialmente afrocolombianas, entrelazaban sus cabellos en intrincados patrones que ocultaban mensajes secretos. Estos peinados no solo representaban tradiciones culturales, sino que también trazaban rutas de escape y señalaban lugares seguros para quienes buscaban la libertad.  

Anny Valoyes en su documento Trenzas afro como identidad cultural dice que en Colombia en tiempos de esclavitud “las trenzas fueron utilizadas como medio de comunicación, para representar las rutas de escape por medio de peinados como la malla, tropas, el caracol, entre otros; pero también eran usadas como escondite para semillas y metales (oro y platino) útiles para la supervivencia y la libertad”. 

Entre la belleza y la apropiación cultural

Aunque las trenzas ya no se usen como rutas de escape, su herencia perdura, transformada en una moda. La trenzadora, con sus manos delicadas, jala suavemente el cabello oscuro de Daniela, mientras ella se observa en el espejo. En cada trenza que se entrelaza, Daniela nota la clara diferencia étnica que la separa de quienes originaron este peinado ancestral. Sin embargo, su admiración por el estilo no puede evitar confrontarse con el debate en torno a la apropiación cultural. 

 La adopción de trenzas africanas por personas no afrodescendientes genera debate: ¿es apreciación o apropiación cultural?

La adopción de trenzas por personas no afrodescendientes ha generado una conversación importante sobre los límites entre apreciación y apropiación. Hoy en día, es común ver a personas de distintos orígenes luciendo trenzas, muchas veces sin conocer el peso cultural e histórico que estas cargan. Como señala Bell Hooks en su ensayo Eating the Other: Desire and Resistance “la apropiación cultural por parte de personas blancas descontextualiza y, en consecuencia, corre el riesgo de borrar la historia y las experiencias negras que dieron origen a estas producciones culturales y estilos distintivos”.  

No obstante, dentro de la comunidad afro, hay quienes ven con buenos ojos que personas no afrodescendientes adopten este estilo, siempre que se haga con respeto y conciencia de su origen. Ricardo Rodríguez Perea, presidente de la Asociación de comunidades afrocolombianas Despertar, comenta que estas trenzas son usadas por una moda, pero que “una persona que no sea afro la lleve, le debe significar a ella un respeto hacia la otra etnia”. 

Daniela ha encontrado en sus trenzas una nueva forma de expresar su personalidad, aunque es consciente del debate que las rodea. “Nunca he pretendido adueñarme de ellas”, afirma, mientras acaricia una de las trenzas recién hechas. “Sé que vienen de una tradición que respeto profundamente. Simplemente, me hacen sentir bien” 

Un camino entretejido 

Después de seis horas, las manos de Johana finalmente pueden descansar. La última etapa del proceso consiste en sumergir las puntas del cabello sintético, conocido como Kanekalon, en agua caliente para fijar las trenzas. Daniela, fascinada por su reflejo en el espejo, no puede dejar de admirar el resultado. Con una sonrisa de satisfacción, le agradece a Johana y le paga por su excelente trabajo. 

Al salir de la casa, el sol está comenzando a caer, tiñendo el cielo con un vibrante tono naranja. Cada mechón de su cabello, ahora firmemente trenzado, parece contar una historia de tradición y modernidad entrelazadas. Mientras camina por las calles del barrio, sus trenzas se mueven con el viento, capturando la luz de las farolas que empiezan a encenderse. 

Las trenzas que un día fueron rutas de escape son ahora para Daniela una forma de conexión, un puente para sentirse bien consigo misma. Sin embargo, el debate persiste, entre quienes ven en ellas una moda pasajera y quienes las defienden como un símbolo de empoderamiento y resistencia.

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