Texto por: Manuela Orozco
En las laderas que rodean la Vereda El Arenillo, ubicada entre dos cuencas principales. La quebrada La Francia y quebrada El Tablazo, el viento arrastra el aroma de café, pero no tan marcado como lo era hace 35 años. El sol se levanta sobre la Finca Asturias, un patrimonio cultural de Caldas. Que en los años 90 era símbolo de prosperidad y orgullo para la región cafetera de Caldas que ahora parece atrapado en un drástico declive.
La historia…
La finca Asturias se encuentra a unos 20 minutos en auto desde el centro de Manizales. Al llegar, invade un silencio sepulcral que envuelve el lugar. A unos 30 metros aproximadamente de la puerta principal, se alza una casa de color naranja. Con los marcos de las ventanas, las puertas y las barandas del corredor pintadas de blanco. La puerta principal, hecha de madera vieja y desgastada, que alguna vez fue de hierro, blanca y reluciente. Apenas se sostiene por dos palos de árbol traídos de Dorada, Caldas en los años 60. La puerta, cubierta de humedad y maleza, está invadida por hormigas que han hecho de ella su hogar.
La finca tiene 110 años de antigüedad y fue fundada por la familia Gutiérrez Jaramillo. En los años 50 quedó en manos de los hijos de la familia debido a una sucesión. Así lo cuenta Jaime Alberto Gutiérrez Henao, un hombre de 65 años, de estatura promedio, contextura media y de cabello blanco, que es parte de la segunda generación de esta familia. Vicente Gutiérrez Henao, hermano de Jaime, se encargó de administrarla en nombre de sus tíos durante varios años. Sin embargo, en 1982, tras el fallecimiento de Vicente, Jaime asumió la responsabilidad de la finca.
Seis años después de haber tomado el mando, Jaime volvió a visitar el lugar para revivir recuerdos de su infancia. Sin embargo, al verla, entre sus recuerdos comenta: “quedé aterrado. Había una cosecha hermosísima en unos rastrojeros los verracos”. Esa noche le propuso a su madre, Regina Henao Botero, comprarles los derechos a sus tíos y a sus 23 años, Jaime concretó la negociación.
La Finca Asturias fue, en su momento, un símbolo de prosperidad en la que vivieron 3 generaciones de los Gutiérrez. Con una extensión de 100 cuadras de tierra, la finca no solo producía café de alta calidad, sino que era un centro de eventos reconocido en muchas zonas del país. Las bodas, fiestas y principalmente el cuidado y apariencia de la finca atrajeron a personas y figuras prominentes.
17 años después…
La familia Gutiérrez Henao vendió la finca. Martha Isabel Delgado Moreno es una de las actuales dueñas de la finca, es un mujer baja y delgada, de cabello castaño que forma parte de las 163.046 mujeres productoras de café, como dice la Federación Nacional de Cafeteros.
Son las cuatro de la tarde y el sol comienza su lento descenso, bañando a la finca de aproximadamente 90 hectáreas, de las cuales 30 están dedicadas al cultivo del café. Estas parcelas forman parte de las 300 hectáreas de sembrado con las que cuenta la vereda, según señala el Comité de Cafeteros de Caldas.
La finca es reconocida no solo por su vastedad, sino por la riqueza de su suelo, un terreno fértil, que, bañado por la luz del sol desde el amanecer hasta el anochecer, brindaba condiciones ideales para cualquier tipo de cultivo, especialmente para el de café. Los Salgado han desaprovechado el potencial de esta tierra privilegiada. Las parcelas, antaño verdes y exuberantes, muestran ahora una imagen desoladora, palos de café completamente secos, sin hojas, y los pocos frutos que quedan se pudren en el olvido.
El cambio de manos no solo afectó la identidad de la finca, sino también su impacto en la comunidad local, expresa Fredy Jiménez Correa, habitante del sector. Lo que antes era un impulso para el trabajo de los linajes de la vereda, que forman parte de 555.692 familias cafeteras de Colombia, como lo expresa la Federación Nacional de Cafeteros, hoy se reduce a un esfuerzo significativo manejado por la decena de empleados externos de la vereda.
Preservación del café
A unos 100 metros de la Finca Asturias, se encuentra la Finca la Celia, este pequeño rincón en la región, es un lugar que respira esperanza e ilusión, especialmente para quienes han dedicado su vida a la producción y cultivo de café. La historia de La Celia está estrechamente ligada al nacimiento de “Café Arenillo”, una marca de café tostado. German Ramírez Ramírez y su hijo Sebastián Ramírez Ramírez, propietarios, son dos generaciones unidas por un mismo propósito: darle un nuevo valor al café y “no hacer las cosas por hacerlas”.
Sebastián, un hombre de 29 años, de mirada inquisitiva que siempre busca aprender algo nuevo en cada rincón de la finca, es profesional en ingeniería física que hace parte de 19.531 jóvenes que trabajan con el café que, dice la Región Administrativa y de Planificación del eje cafetero el 69% son hombres. Aunque muchos podrían pensar que su educación lo llevaría por otro camino, Sebastián decidió seguir los pasos de su padre incorporando su conocimiento.
Con ayuda de Kua Lab, una empresa de diseño arquitectónico, diseñaron un sistema de secado que mejora la deshidratación del café basándose en el principio de Bernoulli para optimizar y la fluidez del aire y eliminar la humedad de las semillas de café de forma más rápida y controlada. Además, modificó el proceso de fermentación, pasando de tinas abiertas a canecas cerradas, para convertirlo en un proceso anaeróbico.
Actos que perdurarán eternamente
La finca Asturias, fue un faro de riqueza y tradición. La historia de la finca no solo es la historia de una familia, sino la de una comunidad que vio cómo su patrimonio desvaneció, dejando atrás recuerdos de profunda añoranza. Este cambio refleja una realidad amplia; algunas fincas enfrentan el deterioro debido a la falta de una transición adecuada y otras experimentan un crecimiento progresivo gracias a la incorporación de nuevas generaciones.
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