Texto y fotos por Natalia Hernández
Los actores encuentran en el escenario, la escenografía, el vestuario y el maquillaje la manera de extraerse de ellos y convertirse en alguien diferente. Poco a poco dejan su esencia para adoptar la de otra persona. Así lo demostraron Los Chicos del Jardín que presentaron su obra Decrépitos en el Galpón, esto en el Festival Internacional de Teatro de Manizales. Carolina Carvajal Marín menciona que le fascina ponerse en la piel de Amanda, supersonaje, ya que es completamente diferente a ella. Comenta: “Es bien fea. Tiene las expresiones muy grandes y marcadas, pero me encanta porque uno se siente que es un personaje. Entro como Carolina y me transformo totalmente”.
Desde el ensayo, los actores ya están en su rol. Incluso, cuando no están repa- sando la obra, siguen comportándose como ellos. Personas alrededor de los treinta años que actúan como adultos de ochenta: caminan lento y encorbados, se ríen un poco roncos y utilizan expresiones típicas caldenses como “ay, mijita”. El director, David Carmona Patiño detiene los ensayos para hacer distintas acotaciones. Sin embargo, los actores le responden con las características, gestos y jerga de sus personajes. No se salen de su papel ni para mencionar que quieren ir al baño o que pronto deben irse a cambiar porque va a iniciar la presentación.
La escenografía cuenta con sillas desgastadas, ropa añosa que cuelga sobre una soga, un caminador, un parqués y pijamas, pantuflas y medias viejas que reflejan la historia de tres adultos mayores que comparten los últimos momentos de su vida en un hogar para personas de la tercera edad. Los Chicos del Jardin representan sus mañas, ademanes y dichos.
Llega el momento de irse al camerino, para prepararse para la primera de sus dos funciones. “Amanda es una mujer un poco jocosa, berraca, con humor y un poco soez”, expresa Carolina, quien hace notar eso durante su preparación y transformación. Utiliza unas prótesis para hacer sus senos más grandes, como lo requiere su personaje. De su morral saca unas vendas que enrolla en sus piernas y cubre conmedias veladas. Estas las pintaron de rojo para simular los pies gangrenados de Amanda. Así, poco a poco se va convirtiendo en ella, mientras que los demás actores se maquillan arrugas y canas para su cabello.
La ambientación es esencial, pues el escenario deja de ser él, para convertirse en un hogar para estos ancianos. Es otro mundo y otra realidad. Allíviven estos personajes que con humor cuentan lo que es ser un viejo decrépito. No queda ni una sola gota de los actores y, aunque, como asegura Carolina, es difícil apartarse completamente del personaje, los actores de Los Chicos del Jardín logran demostrar que los elementos que componen a sus personajes y a su obra permiten que el personaje tenga un espacio donde vivir y donde ser.
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