Texto y fotos por Catalina Mejía
El mármol oscurecido por la mugre grita el paso del tiempo. Mej… Ango dice en el mausoleo. Gracias a la placa en el suelo se sabe que Rafael Jenaro Mejía Vélez y Lucrecia Arango de Mejía son los aparentemente únicos habitantes de la gran estructura.
A su mansión nadie los visita. ¡Oh, San Esteban!, que conoces quienes fueron en vida, haz que el secreto de las tierras robadas al señor Paulino no permanezca en la tumba con ellos. Que el peso de su crimen, que un 11 de marzo por un periodista fue divulgado, no sea la razón del abandono de sus herederos.
De los Mejía no hay que generalizar, esta adinerada familia cometió el error de utilizar al hombre que les dio una oportunidad, para adquirir más hectáreas de un pedazo de tierra, pero no es el caso de todos los que hoy yacen en tu campo santo. Jean Carlos Mejía Cuervo de sus 15 años no pudo vivir más, seis balas y la vida se le fue sin avisar. En su eterno hogar, aunque más pequeño de lo que otros pueden costear, el olvido y paso del tiempo no se hacen presentes.
Cuántos Mejía ya hay en la tierra, cuyas historias se fueron con ellos, querido cementerio San Esteban, que sus familias al menos los lleven en el recuerdo. Haz que sean muchos, muchísimos los que con sus palabras y buenas obras se declaren amigos y seguidores de Jesús en esta vida. Que el hogar de estas personas, independiente de su grandeza o pequeñez, sea un espacio donde reine la tranquilidad. Permite que ellos sean tus compañeros en el gozo eterno del paraíso. Amén.
Le puede interesar: umcentral.com

