Cuando las luces se apagan en el TICH

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Escrito por María Isabel Serna Martínez, Anlly Hernández Henao, María Camila Gómez Maya, Isabela Herrera Rivas, Jacobo Sosa Jaramillo.

Damas, caballeros, curiosos que han entrado sin saber a ciegas a este escenario. ¡Bienvenidos al TICH!

No siempre estuve aquí, en este cuerpo de madera vieja, de tres pisos. Antes fui voces dispersas del Instituto Chipre. Rodrigo Carreño me improvisó en medio de tareas y recreos en 1979. Ahí hice mi gran aparición, mi papel principal de TICH. No teníamos telón, ni butacas, ni luces; pero teníamos ganas de actuar, ¡y qué ganas!

Vagué mucho por las calles de Manizales, por el centro de la ciudad, buscando un lugar donde plantar mis pies. En el año 2007, apareció frente a nosotros una gran casa antigua, ubicada en el barrio San José y construida por jesuitas. Sus corredores giran como espirales que envuelven una cancha central. En la infinidad de puertas que se abren, dan paso a las voces de niños y maestros que habitaron antes de que se abriera el gran telón.

Tengo un corazón que late con nostalgia cuando pisan mi museo. Allí guardo mis historias más importantes, como un actor guarda sus libretos más queridos. Carteles gastados que transportan a obras que han llegado a distintas generaciones. He interpretado muchas vidas, en especial las que reflejan la historia de un país en guerra.

Quiero mostrarles un lugar muy especial… Es una biblioteca que no es biblioteca. No hay solo libros, hay máscaras que han viajado por los reinos inventados, espadas y armas que han vivido más que cualquier actor y dejaron impregnadas sus huellas en cada pieza de utilería.

He visto llegar distintas generaciones que le han dado vida a nuestras historias, como Margarita Maya Ortega, quien hizo parte de mí hace 32 años.

“TICH ha sido de mucha importancia para el desarrollo cultural de la ciudad”, menciona.

Ella recuerda a mi fundador con orgullo y lo define como un gran maestro, pero sobre todo se enorgullece del legado que él dejó.

En las paredes hay retratos de obras pasadas, y rostros que me dieron sentido, en especial el de mi fundador. Él ya no camina por mis pasillos, pero su esencia sigue latiendo en mí, siempre me recuerda que cada función es un homenaje de quienes han hecho parte de TICH.

Cada objeto es una escena detenida en el tiempo, esperando que alguien la mire, y al hacerlo, vuelva a encender la función. No soy solo escenario, soy antesala, camerino, respiración agitada. Soy el corazón acelerado antes de que se abra el telón, soy historia viva.

Para conocer más sobre el teatro TICH, no te pierdas el recorrido que Nala tiene para ti: https://www.instagram.com/reel/DN63cFukXLO/?igsh=ZXR2emx4Mm9zbTU1

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