Por: Sophia Restrepo Hurtado
En una era donde las pantallas dominan la atención de las nuevas generaciones, Ana María Valencia, con solo 11 años, ha encontrado en las palabras un refugio y una forma de conexión más allá de lo digital.
Mientras muchos niños navegan entre aplicaciones y redes sociales, ella construye mundos imaginarios con tinta y papel. Demostrando que la magia de la lectura y la escritura siguen vivas en tiempos de avance tecnológico.
A lo largo del crecimiento de Ana María, sus padres buscaron que los libros fueran esos escalones que ella necesitaba para fomentar su desarrollo. A los ocho años, recibió una libreta como regalo de sus familiares. En sus páginas comenzó a escribir historias de fantasía que brotaban de su imaginación. Con el tiempo, se dio cuenta de que esas historias merecían un espacio más allá del papel: “Esto lo voy a hacer un libro”, pensó.
Así, con el apoyo de sus padres, logró llegar a una editorial y convertir en realidad su sueño de publicar Comedia, romance y aventura. Un libro en el que volcó años de creatividad y amor por la escritura.
“Me di cuenta de que la escritura es mi pasión, lo que quiero hacer para la vida”, dice con la seguridad que muchos adultos aún buscan. Con su cabello negro, sus ojos pequeños y una sonrisa tierna, Ana María habla con la madurez de quien ha recorrido mundos enteros a través de las páginas. Ha leído la saga completa de Las crónicas de Narnia, Los juegos del hambre y Aurora Cycle, entre muchos otros libros que le han regalado o que han llamado su atención.
Parte de la comedia en su libro publicado nace de sus propias experiencias diarias con sus compañeras del colegio, quienes le brindan un apoyo incondicional. Es en esos momentos compartidos donde encuentra inspiración para sus personajes y situaciones. Ahora, su imaginación la lleva aún más lejos: su próximo libro tratará sobre un grupo de niños explorando el espacio sin la presencia de adultos. “Si le restas los adultos al mundo y solo dejas a los niños, eso es igual al caos. Yo quiero básicamente describir el comportamiento del caos”, dice entre risas.
Ana María deja huella no sólo con sus palabras escritas en papel, sino con sus expresiones y manera de ser. Poco sabe sobre lo que es la pena, y con la tranquilidad de alguien que tiene claro lo que quiere para su futuro, les demuestra a los adultos a su alrededor que el hecho de crecer se puede dar a través de letras.
Para ella cada libro es como un amigo de toda la vida. Conoce sus virtudes y defectos, recuerda con precisión lo que sintió al leerlos y analiza la forma en la que están escritos. Es el resultado de todos los mundos literarios que ha explorado y, ahora, quiere construir el suyo. Su mayor deseo es que más niños descubran en la lectura una elección, no una obligación, y que, a través de sus historias, puedan encontrar la misma magia que ella ha encontrado en los libros.

