Crecer como las plantas: el camino de una ambientalista

Unidiario
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Luego de quitarse su cabello crespo del rostro y convertirlo en una coleta apretada, Manuela Loaiza Cruz rompe, con un cavahoyos, las capas frías del suelo del volcán Nevado del Ruiz, en Villamaría.

Entre sus brazos carga, como a un recién nacido, a un pequeño frailejón. Con sus raíces rodeadas por una bolsa y fuertes hojas en su punta que recuerdan a las de una palmera. Manuela se dispone a hacer una de las cosas que más la llenan de satisfacción y amor en el mundo, conectar con la naturaleza. Luego de quitarle la bolsa, lo ubica de forma suave en el agujero. Le pone un poco de abono y toca la planta para asegurarse de que quedó fuerte. Para Manuela, de ojos verdes y piel trigueña, este es uno de los momentos más especiales en su vida: sembrar por primera vez un frailejón.

Manuela Loaiza es una joven carismática. Con manías, gustos y hábitos que la definen como persona.

Les quita el borde a las arepas y deja el volumen del televisor en un número par —si no, enloquece—.  Pero, el gesto que identifica a Manuela es su habitual sonrisa que se alarga cuando habla de la importancia de proteger la Tierra. Porque “¿dónde más viviríamos?”. Su pasión por el ambientalismo, más que en una meta, se convirtió en su estilo de vida, no surgió de la nada.

Nació en Manizales el 20 de enero del 2004. Desde los tres años vivió en Salamina (Caldas), con su mamá, a quién considera su persona favorita. “Ella era extrovertida y simpática, planeaba juegos con sus compañeras, como fiestas de mascotas”, afirma Beatriz Elena Cruz, la madre. Manuela se educó entre amigas y rezos en el colegio de monjas La Presentación. Era una niña sociable, asegura Laura Manrique Grisales, amiga de infancia. Quien cuenta que su familia le tenía terror a Manuela porque la invitaba a hacer concursos de modelaje en su casa y dejaban un desastre con la ropa que sacaban del clóset.

En segundo de bachillerato, Manuela tuvo que mudarse nuevamente a su ciudad natal por una oportunidad de trabajo para su mamá. Cuenta que fueron cuatro años complicados, fue víctima de rechazos por parte de sus compañeras de clase y ella, completamente perdida en su mundo, solo deseaba volver con sus amigas del pueblo.

Todo mejoró cuando llegó a la Institución Educativa Nacional Auxiliares de Enfermería (ENAE). Allí descubrió, por error, aquello que marcaría el rumbo de su vida: “En décimo tuve que estudiar un Técnico en Saneamiento Ambiental por el programa Universidad en tu Colegio, cosa que no me gustaba. Pasaron los años y descubrí muchas problemáticas ambientales que existen, sentí impotencia porque muy pocas personas hacían algo al respecto”. Además, cuenta que cuando presentó las pruebas TyT (Técnico y Tecnólogo) fue uno de los mejores puntajes nacionales y recibió un diploma del Ministerio de Educación, anécdota que le resulta curiosa y divertida, porque, sin querer, terminó enamorada de aquello que en un principio le había parecido espantoso.

En la mente de Manuela Loaiza comenzaron a girar los engranajes. Usó su voz suave y su carisma para alentar a amigos y familiares a construir un mundo aún más verde. Así, Manuela comenzó su travesía para convertirse en una activista ambiental.

Caminando por un sendero ambientalista

Con 16 años, Manuela Loaiza ya superaba las expectativas de una chica de su edad. En el 2020 fue nombrada secretaria juvenil del medio ambiente, puesto en el que aprendió cómo gestionar proyectos ecológicos y, además, sembró alrededor de mil árboles, tarea que se le dificultaba por su gran fobia a los insectos. Su entusiasmo fue un proceso nuevo para toda su familia y amigos. Por ejemplo, su mamá comenzó a preparar comida vegana y su mejor amiga, María Isabel Restrepo López, se unió a Manuela en sus proyectos ambientalistas.

Según datos del Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible, el 50% de los páramos en el mundo están en Colombia, en el país existen 37 complejos. En 2022, Manuela fue elegida embajadora del complejo de los páramos Los Nevados, iniciativa del grupo Bavaria y su marca Agua Zalva, proyecto que respalda a 37 jóvenes con liderazgo e interés en el medio ambiente.

Su amiga María Isabel cree que, si Manuela fuera un objeto, sería una pelota saltarina porque sus manos siempre deben estar ocupadas. Ese mismo año Manuela ideó su propia iniciativa ambiental: Ekologizate.

Este emprendimiento busca comercializar productos de higiene personal amigables con el ambiente. Su catálogo es amplio, vende desde cepillos de dientes hechos con bambú hasta maquillaje vegano. Asegura que este proyecto le ha traído algunas de las mejores satisfacciones de su vida, como, por ejemplo, cuando sus seguidores y comunidad la empezaron a llamar “EkoAmiga”. Sin embargo, como todo, ha sido un proceso complicado, porque aprendió que la cosa que más la frustra en el mundo es la falta de tiempo para todos los proyectos que tiene en mente, pero su novio, Juan Sebastián Gallón Rodríguez, solo puede describir a Manuela con una palabra: “Determinada”.

Aunque Manuela nunca ha sufrido de amenazas, el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF por sus siglas en inglés) asegura que, a través de un estudio realizado en 2023 por Global Witness, se concluyó que Colombia es el país en el que es más difícil ser un líder defensor del planeta Tierra, debido a que, en el 2022 fueron asesinados alrededor de 60 defensores ambientales, casi el doble que el año anterior a ese. A pesar de esto, María Isabel Restrepo asegura que su amiga es alguien que lucha contra las injusticias que día a día ocurren contra la naturaleza:

“Manuela es una de aquellas personas que impiden que nos extingamos”.

https://www.instagram.com/manuelaloaizac/

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