Texto y fotos por Nicolás Cortés
Se despide cuando sale y saluda cuando regresa. Qué más da, se va contoneando por la carretera cual reina de belleza. Sacude su cuerpo a lado y lado de la carretera, tan segura de sí misma por las montañas cafeteras.
Ruge, como fiera enfurecida, trepa y desciende como cabra por los filos de las pedregosas y destapadas ruralidades de Villamaría, Caldas. Entre las manos de don Mauricio, ella deposita todo su amor, un amor correspondido.
Sobre su espalda, carga el pasado, el presente y el futuro. En el interior de su cuerpo, conserva cincuenta corazones. A veces son más otras veces son menos. Son los campesinos que van hacia sus casas, quienes sobre las 3 de la tarde acuden a la chiva para partir.
—Le voy a quedar debiendo 2mil —dice alguien
—¿sí? Mueje pues —responde don Mauricio
— si me hace el favor, yo mañana le pago los dos mil de devuelta, ¿si me entendió? —responde el pasajero.
— vea déselo al pelao que está allá adelante, dígale que usted no me paga sino eso — Finaliza don Mauricio.
Hermosa ella, presume su escaparate construido con Achapo, Chanul y Comino, maderas finas que, apetecidas por su increíble resistencia son idóneas para su vestimenta. Con corazón de camión y chasis de Chevrolet, La Amarillita, inicia su recorrido.
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El tiempo en su interior de repente se detiene, los tripulantes conviven en su universo. Un par de pasajeros en su tertulia discuten sobre cuándo saldrán a jugar tejo. Otros, ven a través de los balcones, las fincas y linderos de los vecinos, una señora amamanta a su hijo y al mismo tiempo es arrullado por el vaivén de la chiva.
La 10 como la conocen, con corazón de hierro es identidad, ruralidad, filosofía, artesanía, economía, sentido de pertenencia, legado ancestral, folclor e historia de vida. Del cual don Mauricio es cómplice de esta lealtad a través de 15 años de amor patrimonial.

