DESCONECT-ARTE 

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Texto y fotos por Maria José Marín Buitrago

Acompañado de su poncho y sombrero aguadeño, a medida que cada palabra se abre camino desde su pecho, Diego Wilson Morales proyecta su voz hasta el fondo del auditorio de la Institución Educativa Santa Teresita de Chinchiná. Su cuerpo se mueve al compás de las palabras, de un lado a otro, representa el frenesí del cuento que recita de memoria. “Había una vez que era dos veces a la vez y quería ser una vez, de una vez por todas”. La audiencia escucha con atención y observa el movimiento de sus manos. Levanta un dedo al decir “una vez”. Dos dedos arriba, “dos veces”, dice. Gestos pequeños, pero cuidadosos que representan su historia. Una vida antes, dos después. En cada palabra y movimiento, Diego encuentra en el arte una terapia de desconexión. Una manera de transformar su dolor en creación y expresar lo que las palabras no alcanzan a decir.

El arte como terapia de desconexión para quienes sufren enfermedades
Maria José Marín

Suspiros y risas traviesas se escapan del público, la mayoría conoce a Diego como el profe de cálculo, pero disfruta de ver su faceta de actor. Los estudiantes lo ven contar historias e interpretar personajes que, con el paso de los años, se han convertido en una extensión de su espíritu y con los mismos que escapa de la cotidianidad.  Así es Diego, “Calabazo”, como algunos lo conocen, “Cala”, para los amigos y “Profe”, para los más jóvenes.   

Su voz grave ha entonado innumerables historias que logran tocar las fibras más sensibles de quienes lo escuchan. Es el instrumento más valioso que tiene y que amenazó su cordura. Cuando el cáncer de pulmón comprometió sus cuerdas vocales y estuvo a punto de quitársela. “No conseguía dormir, no podía evitar pensar en lo difícil que sería una vida sin poder contar historias”. 

La vida, un solo cuento 

Unas ojeras profundas, que llevan el peso de los años y el color de la noche enmarcan sus ojos cafés. Las arrugas de su frente se mantienen sobre cada ceja, sin conectarse nunca. A diferencia de su poblada barba, que recorre el contorno de su boca y se conecta con el nacimiento del cabello sobre las orejas. Aunque sus facciones son genéticas, nunca ha sentido miedo a transformar su cuerpo, maquillarse o despedirse de su pelo para interpretar a un personaje nuevo.  

Los retos alimentan su espíritu, desde que estaba en el colegio se dio cuenta de que lo suyo era estar en escena. Pero terminó estudiando Licenciatura en Matemáticas mientras fortalecía sus habilidades artísticas. A los 18 años su vida se movía entre escenarios y derivadas, aprendió sobre dirección y escritura artística. Practicó cuentería y también se fue a darle la vuelta a Caldas en zancos, partiendo desde Pácora, el lugar que lo vio nacer.  

Cuando tenía 23 ya ejercía como docente y el magisterio lo envió a Aguadas, donde se inspiraría en “el hombre que todo lo puede y a nada le teme”. El putas de Aguadas, para montar Aquí hasta el diablo se asusta, obra con la que alcanzó el reconocimiento departamental. Pocos meses antes de cumplir 33 años llegó la dificultad para respirar y una fatiga inexplicable. Su cuerpo se sentía cansado, sin saber que estaba desarrollando cáncer de pulmón, uno que le fue diagnosticado en segunda etapa y que le ha dado batalla durante casi diez años.  

“Una de las cosas que más vivo y en pie me mantuvo aparte de mi familia y mis hijos fue la ilusión de volverme a parar en un escenario”. 

Diego Wilson Morales

“Hay mucha gente que se encierra, pero se debe considerar que el cáncer no es una sentencia, la primera semana se asume así, pero lo que queda es camino por recorrer”, dice mientras organiza el rosario que usa cuando entra en su faceta de cuentero. Una camisa de cuadros, alpargatas, pañoleta roja y la actitud de un campesino irreverente se adueñan de su cuerpo. Le permiten escapar de la realidad y enfrentarse a su lucha interna con un cuerpo que, mientras está en escena, no se siente enfermo. 

Como siguiendo un libreto, sin saltarse las acotaciones y haciendo apuntes en las esquinas, “Calabazo” inició sus radioterapias. Siempre al pie de la letra, pero sin dejar a un lado sus ensayos. A pesar de que la Organización Panamericana de la Salud informó que el cáncer es la segunda causa más frecuente de morbilidad y mortalidad en América Latina, las ganas de continuar regresaban cuando su mente repetía las líneas que entonaba en sus papeles, “una de las cosas que más vivo y en pie me mantuvo, aparte de mi familia y mis hijos, fue la ilusión de volverme a parar en un escenario”. 

La terapia en escena 

Diego siempre quiso contar historias, pero nunca la suya. Percibe al arte como su medio para hacer catarsis porque posibilita desarrollar la sensibilidad y “contar es una bonita forma de sanar, de hecho, eso aplica en la vida de todos, no solo de los enfermos”, estas palabras dejan sus labios a través de una sonrisa suave que se forma cuando mira a los estudiantes que circulan por los pasillos del colegio. Los recuerdos le invaden y reconoce que, sin saberlo, había acudido a la arteterapia como parte de su tratamiento contra el cáncer. 

La psicóloga Margarita Robles Laguna, indica en su tesis El teatro terapéutico en población oncológica masculina: una propuesta de intervención que el diagnóstico de cáncer altera los aspectos físico, emocional, social, económico, laboral y espiritual de la vida de una persona, a través de esta investigación propone considerar terapias que complementen los tratamientos médicos para atender todas las dimensiones que se ven afectadas. 

El arte como terapia de desconexión
Maria José Marín

“Contar es una bonita forma de sanar, de hecho, eso aplica en la vida de todos, no solo de los enfermos”

Diego Wilson Morales

“No todas las personas entienden que una enfermedad implica todo un reajuste mental y también un reajuste de la vida. El arte ayuda a los pacientes a clarificar cuáles son las transformaciones importantes que van sucediendo”, afirma Paulina Martínez, psicóloga y especialista en terapia de arte.

Su voz es pausada y segura, habla de la arteterapia como un método de liberación de cargas completamente recomendado para pacientes oncológicos. El arte desconecta de la realidad, permite escribir una nueva y escapar del rol de “enfermo” por un instante en el que los pacientes se recargan de energía. 

Juan Celis, médico internista y oncólogo, afirma que el arte crea entornos que aumentan la producción de citocina, un inmunomodulador del cuerpo humano que ayuda al cuerpo a combatir enfermedades o infecciones.

Celis recomienda realizar actividades creativas para estimular estas sustancias del sistema inmune, “no podemos enfermar más a una persona, no podemos invalidarla o darle una discapacidad que no tenía, estos procesos artísticos muestran buenos indicadores, pues ayudan a mejorar tanto los tratamientos como las respuestas al caso”. 

Hombre da la espalda, camina hacia el teatro, se apoya en el telón rojo hacia un fondo negro.
La línea entre la realidad y la fantasía está marcada por el telón. Diego cruza esta línea con pasión para darle protagonismo a Calabazo. | Foto: María José Marín Buitrago. 

En el gran escenario de la vida, donde todos pueden actuar y reescribirse, Diego cuenta su propia historia, una llena de cuentos, de escenas que decide matizar, su amor al arte lo lleva a dar más, a enamorarse cada día del teatro y las historias irracionales, como esa idea de que el cáncer no era el fin, su fin. Solo un cuento más que terminó impulsando su voluntad. “Cuando uno se mete en el mundo artístico, se desconecta, deja de ser tan lógico y cuadriculado, se vuelve más soñador. Por eso, para mí, el arte ha sido la salvación”, cuenta Diego Wilson Morales, un teatrero, cuentero, maestro y amigo inspirador. 

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