Texto y fotos por: Sara Gómez Morales
Los cabellos dorados y amarillos decoran el rostro de Hermilda Beltrán, una mujer que a pesar de sus 56 años no deja ver ninguna cana y mucho menos un solo rizo. A simple vista su pelo luce completamente liso, pero ha luchado toda su vida para destruir su pelo crespo que aún deja rastro.
En su presupuesto semanal se descuentan 18.000 pesos para cepillar y planchar su cabello, porque así las personas nunca le hagan comentarios al respecto, salir a la calle con los rizos sueltos nunca es una opción. No le gusta que la gente la vea así.
Mientras Hermilda desliza los dedos por su cabello se puede notar duro y áspero al tacto, las puntas se ven quemadas y abiertas. Sin embargo, para ella no ha sufrido daño. “De pronto me da mucho calor cuando me están planchando, pero de resto no he sufrido ningún cambio o incomodidad”, dice. Adicionalmente, en diciembre del año pasado se hizo la keratina, un tratamiento capilar que nació en Brasil en 1990 dada la necesidad de satisfacer los deseos de las brasileñas de controlar la naturaleza encrespada, rebelde y gruesa de sus cabellos.
Este procedimiento ha sido objeto de controversia debido a que algunos productos utilizados en el proceso pueden contener formaldehído, una sustancia química que puede ser perjudicial para la salud. No obstante, son detalles que mujeres como Hermilda no tienen en cuenta. La cabellera de ensueño es una prioridad.
“Eso se llama racismo internalizado y a pesar de que ahora el empoderamiento de las mujeres ha aumentado y tenemos más herramientas para combatirlo, sigue estando allí”, comenta Emilia Eneyda Valencia Marín, una mujer que desde el Pacífico colombiano ha trabajado 39 años para rescatar y resaltar la estética negra y afro como un movimiento político que ella misma llamó Tejiendo Esperanza.
Benito Massó, en su documento La conciencia del endorracismo y el cuerpo social en Negro: este color que me queda bonito, dice que el racismo internalizado es “aquella persona que actúa desde la óptica del racista, rechazando a sus iguales y a sí mismo. Por ello, la persona que sufre de esta condición se siente como se imagina que lo ve el otro que lo desprecia: fea, bruta, apestosa, victimizada, marginada, rechazada, incompetente e incapaz de superarse”.
La razón del odio por el pelo crespo
Este tipo de racismo no es solo estético, es también político, social, cultural y para superarlo requiere un proceso de aceptación, pues en algunas sociedades, se han promovido estándares de belleza que favorecen las texturas lisas y sedosas, lo que puede llevar a sentir que su cabello natural no cumple con esos estándares y, por lo tanto, no es deseable. En el estudio Pelo Bueno del Percepctión institute se revela que las mujeres, sin importar la raza, muestran actitudes negativas implícitas hacia el cabello afro. Se califica como menos bello, menos atractivo y menos profesional que el liso por diferentes representaciones en la esfera pública como cantantes, actrices o líderes de opinión que se someten a rigurosos tratamientos con tal de cambiar su aspecto afro.
Historia de rebeldía
Las trenzas afrocolombianas tienen significados antiguos de rebeldía. Según el Grupo Semillas, una organización de mujeres afrodescendientes que tiene como objetivo preservar y promover la cultura afrocolombiana a través de la recopilación de relatos orales, en Colombia hay relatos de bisnietas de mujeres negras esclavizadas en Colombia hasta 1851 que dicen que los peinados se utilizaban para dibujar mapas de fuga. Las mujeres plasmaban las características de los territorios en las cabezas de las otras y así se comunicaban entre ellas, registraban con las trenzas las rutas e incluso guardaban semillas o alimentos dada la textura y volumen de su cabello.
En los años 80, Emilia era profesora de baile en el Comité Reunión de la Colonia Chocoana. Allí veía que todas las mujeres usaban su cabello alisado, planchado y sin friz. Para ella no tenía coherencia dirigir un grupo de mujeres negras que querían mostrar su cultura y su orgullo, pero que no se atrevían a lucir su cabello y su afro con el mismo orgullo. Así que ella les hacía peinados, trenzas y les ponía turbantes para que por lo menos durante las presentaciones fueran coherentes.
El concurso de peinados
En 1984, cuando se iban a celebrar los cinco años de la organización, Emilia propuso como una de las actividades un concurso de peinados, y aunque fue algo muy privado, marcó el precedente para que el año siguiente, en Bogotá, la maestra hiciera otro, esta vez con la participación de mujeres tanto blancas como negras, crespas y afro, porque según ella: “Seguía insistiendo en que quería ver a todas las mujeres retornar a sus raíces y lucir su cabello”.
La organización Amafrocol, fundada en 1996 por un grupo de amigas provenientes de diferentes regiones del Pacífico colombiano, realizó el primer concurso con un componente educativo: charlas, foros y conversatorios que inicialmente impartía Emilia, pero a las que después se fueron sumando personas de diferentes partes para hablar desde distintos puntos de vista sobre la discriminación por tener el cabello de cierta forma.
El año pasado este concurso celebró la edición número 18 en Cali y se ha convertido en el proyecto de vida de mujeres como Emilia, quien con orgullo luce su cabello negro, corto, trenzado y menciona que “de las pocas satisfacciones que tengo en la vida es que hemos logrado descolonizar a mucha gente en mente y cuerpo, porque cuando usted ve a una mujer negra luciendo su cabello al natural es porque primero pasó algo ya en su mente”.
La victoria del pelo crespo
El proceso de descolonización estética muchas veces sucede de manera inconsciente, pero los resultados siempre son evidentes y se reflejan en la apariencia de las mujeres crespas como Mariana Marín Hernández, quien hoy en día se pasea por la calle luciendo sus rizos color rojizo que mientras camina, se balancean de un lado a otro como resortes juguetones. Aunque su cabello se ve brillante, saludable y cuidadosamente definido desde la raíz hasta las puntas, Mariana comenta que cuando cumplió 15 años se hizo la keratina y asegura que ha sido uno de los mayores errores de su vida porque a medida que se fue cayendo la keratina su cabello empezó a ponerse muy feo. No tenía forma. Era lacio, pero ondulado, después crespo, lacio y al final chorreado, en las puntas.
Así que ella se había convertido en una víctima más de esa auto discriminación y se sentía avergonzada por lo que cada ocho días se pasaba la plancha y el secador para mantener un liso controlado y aplacado. Sin embargo, el maltrato se hizo notar y esto fue lo que la llevó a empoderarse de lo que para ella “te hace diferente “.