Texto y fotos por Jelen Tatiana Cardona Idárraga
Al caminar por las estrechas calles del barrio Solferino, alrededor del mediodía, llama la atención una mujer mayor, sus pasos resuenan en el suelo, su larga cabellera negra se balancea al ritmo de sus pisadas, los anillos en sus dedos brillan con un destello a la luz del sol, las camándulas que adornan su cuello tintinean suavemente. Con un costal colgado al hombro y una sonrisa radiante en su rostro marcado por los años, se agacha buscando “El Oro de Asfalto”, el plástico.
Sus ojos brillan con picardía mientras murmura palabras inentendibles, un lenguaje único que combina sonidos guturales, gestos expresivos y onomatopeyas creativas para comunicarse con el mundo. A veces, levanta su mano con un gesto de triunfo al encontrar una botella, y su voz se llena de alegría al saludar a sus vecinos con un “Enas” lleno de vitalidad. Los vecinos la saludan con cariño, algunos incluso se detienen a conversar con ella, descifrando sus palabras con paciencia y afecto.
El Trastorno Específico del Lenguaje (TEL) es un problema que afecta a niños de todo el mundo, incluyendo Colombia. Según el estudio “Trastornos del lenguaje en Colombia: Un análisis de la situación actual” (2020), el TEL se presenta principalmente entre los 3 y 12 años. Se considera un trastorno primario y persistente que afecta la comprensión y expresión del lenguaje, incluyendo la sintaxis, la morfología, el léxico, la semántica, la fonología y la narración.”
Los vendedores ambulantes anuncian sus productos, los niños ríen y corretean por las esquinas, y el aroma a almuerzo recién hecho se mezcla con el humo de los carros. Un mosaico de colores e historias de superación personal la envuelven, aunque para los ojos ajenos al barrio, solo es un bullicio más.
Ella es Teresa de Jesús Montoya, para muchos, es solo una recicladora más. Para quienes la conocen, es mucho más que una mujer que recolecta plástico. Rosalba Alzate, amiga desde la infancia, recuerda que de niña no hablaba y era bastante agresiva, pero ha tenido notable cambio. “Ahora es una mujer noble y acomedida, siempre dispuesta a ayudar. Todos en el barrio la quieren. Le dan comida, ropa y la ayudan con lo que necesite, porque ella también se preocupa por los demás. Muchos deberían aprender de ella”, agrega.
Juver Grisales, sociólogo, describe el entorno de Teresa como un territorio en constante transformación. Afirma que se trata de un esfuerzo comunal resiliente por redefinir el espacio y resistir la gentrificación urbana. Para Grisales, Teresa es una figura clave en este proceso. La describe como “esa divergencia marcada, que todos identifican“. A pesar de ser parte de la dinámica del barrio, Teresa sigue siendo un símbolo del pasado no urbano, un recordatorio de la historia del lugar.
Su día
Al alba, Teresa despierta buscando a su lado la seguridad que solo su fiel compañero le puede brindar. Bajo la almohada, su cuchillo reposa en silencio. No es un adorno ni un objeto casual, sino un protector incansable que le permite conciliar el sueño en un hogar donde la amenaza acecha.
Con su camándula en la mano, inicia su día agradeciendo a “Goyo”, su particular forma de referirse a Dios. Cierra sus ojos y susurra una oración. Sus palabras, aunque incomprensibles para muchos, son una melodía constante. El ritmo de las bolitas de la camándula, que nunca se quita ni para dormir, se desliza entre sus dedos creando una atmósfera de paz y devoción. En este ritual matutino Teresa da gracias por su vida y pide por las personas que diariamente la apoyan.
El siguiente paso es el baño. Teresa disfruta del agua fría, aunque no cambia su ropa a diario. Sin embargo, cuando juega la selección Colombia, se enfunda con fervor la camiseta de su equipo. Su vanidad la lleva a peinarse y buscar verse “linda”, lo que en su lenguaje se traduce en parpadeos constantes, juegos con su cabello y sonrisas. Al ver fotos de sí misma, se fija en sus anillos y los muestra con orgullo. En su brazo derecho lleva dos tatuajes, un homenaje a dos personas especiales que ya no están con ella, pero que quiso llevar grabadas en su piel.
La voz del corazón
Preparada para iniciar su jornada laboral, Teresa toma su café. Los soplos que le da para enfriarlo revelan la ardiente temperatura de la bebida. Al preguntarle qué habría estudiado, responde entre risas y con ojos llenos de ilusión: “ser creída”. Se levanta y con un gesto que pide atención, camina de lado a lado imitando una pasarela, revelando su verdadera aspiración: ser modelo. Las palabras que desconoce o el mundo que no comprende, Teresa los traduce en movimiento, gestos o palabras que reconoce en su lenguaje básico. Aunque este no sea perfecto, no le impide hacerse entender.
Sale de su casa a hacer su recorrido diario. Más que caminar de lado a lado, Teresa reconoce los rincones donde encontrar el plástico. Las personas que saben de afán le guardan los cocos e incluso la invitan a almorzar o merendar. Ella agradece todas las comidas. También sabe cocinar y hace muchos años cuidaba niños.
Luz Holguín, prima de Teresa, recuerda una anécdota que ilustra su carácter: “En una ocasión, la dejé a cargo de mis hijos, ella se levantó temprano y preparó la comida para todos. Cuando regresé, la encontré llorando, le pregunté qué pasaba, solo me pudo decir: “no monedas”. Mis hijos habían encontrado unas monedas que ella tenía escondidas debajo de un colchón y se las habían gastado. Esa mujer lloró mucho.”
“Rique coger plástico y cigarrillos” así expresa que su hermano Enrique, que ya falleció, la obligaba a reciclar para que le comprara cigarrillos, pero ahora, se ha convertido en su forma de ganarse la vida. Teresa se siente especial porque la gente la quiere y la reconoce. Le gusta sentirse útil, y así lo expresa: “no gusta casa”, “gusta caminar”, “gusta monedas”. A pesar de sus 77 años, Teresa camina con paso firme y decidido por las calles del barrio. Sus manos callosas son el reflejo de una vida dedicada al trabajo duro.
Según la psicóloga Johana Zuleta la forma de comportarse de Teresa está mediada por el entorno en el que se desenvuelve y sus experiencias de vida. “Cuando aprendemos a través de los sentidos estamos desarrollando las funciones cognitivas básicas como la atención y la memoria, lo que favorece el desarrollo de las funciones cognitivas superiores como la resolución de problemas, el razonamiento, el lenguaje y la creatividad”, explica
Antes de que oscurezca, Teresa ya debe estar en casa. Su mirada preocupada y el movimiento inquieto de sus manos manifiestan su ansiedad. Murmura: “Bravo pone bravo”, refiriéndose a su sobrino Braulio, el hijo de Enrique, con quien vive actualmente. Teresa se encarga de la cocina, esa es su función dentro del hogar. Cuando recibe el subsidio del adulto mayor, ayuda con los pagos y cuando sus conocidos le invitan comida, tiene la costumbre de llevar un poco en la mano para que Braulio también pueda probar. La comunidad que la rodea se convierte en una red de apoyo fundamental, un espacio donde su singularidad es apreciada y donde su voz, aunque ininteligible para algunos, encuentra eco en corazones sensibles.

